Euskal Erbesteen Kultura – La Cultura de los Exilios Vascos

Erbesteko aldizkariak

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GERNIKA,

Photo of GERNIKA
Donibane-Lohizune – Buenos Aires

Esta publicación, una de las más destacadas del exilio vasco, surge con el final de la II guerra mundial, en el contexto de una progresiva recuperación de los medios culturales en el País Vasco continental tras la derrota alemana. Dicho resurgir viene impulsado además por el retorno de muchos intelectuales fugitivos que, ante la imposibilidad de regresar a la Península, se establecen en el norte del País Vasco.

El devenir de esta nueva revista estará ligado a una asociación que adopta distintas denominaciones, las más frecuentes Instituto Vasco de Extensión Cultural y/o Agrupación Popular Gernika, cuyo inicial impulsor fue el conocido periodista Rafael Picavea. El citado grupo había iniciado su andadura en 1943, en la línea del pensamiento cristiano de Jacques Maritain, en, “una patriótica labor de fomento y difusión de las letras, de los conocimientos de la historia y de la etnología del país, de las ciencias sociales y políticas, etc.”, tal y como señalará más tarde Picavea en la presentación del primer número de la revista. El objetivo de esta labor es fundamentalmente educativo, puestos los ojos en la juventud que viene. “Educación a tono con el progreso moderno, inculcando en el pueblo el más hondo sentido de justicia y tolerancia. La tolerancia santa que haga posible el convivir pacífico de los ciudadanos, no obstante su distinta manera de pensar. Humanismo, en suma”. La fundación oficial de la nueva entidad se produjo en 1944, en el Hotel de la Poste de Saint-Jean-de-Luz.

El primer número de Gernika aparece con fecha de octubre-noviembre de 1945, en la mencionada población labortana; hay que señalar que tanto este primer número como los seis siguientes presentan un error tipográfico en la cabecera donde se puede leer Guernika, en lugar de Gernika. En todo momento queda claro que la razón que justifica la elección de este nombre es responder a la barbarie perpetrada contra la villa vizcaína, bombardeada por la aviación alemana en 1937. Aquella primera experiencia de Picavea fracasó, al parecer, por diferencias ideológicas con otros sectores nacionalistas más radicales, “ahogado por un cierto partidismo totalitario (…). Para esos señores fue un escándalo el que un puñado de vascos hubieran constituído una entidad apolítica en la cual los partidismos quedarán supeditados al sentimiento moral y humano”. Son las razones que se señalan en una declaración de principios del grupo con que se abriría el segundo número de la revista. Entre uno y otro habían transcurrido tres años, intervalo durante el cual falleció Picavea (1946).

Gernika reaparece, por tanto, en enero de 1948. En el primer número de esta nueva etapa los editores, fundamentalmente Isidoro de Fagoaga y, en menor medida, Juan Thalamas Labandibar, dejarán muy clara su voluntad de ser continuadores de la obra de su primer impulsor, recogiendo sus ideales de pluralidad y humanismo. En esta línea, la revista pasa a subtitularse “Cahiers collectifs de culture humaniste” y, más adelante, a partir de septiembre de 1949, “Al servicio del humanismo popular vasco”. Pese a sus afirmaciones iniciales de tolerancia, de respeto y de defensa del pluralismo ideológico, muchas de las opiniones lanzadas desde las páginas de la revista arremeten o marcan distancias con otros proyectos culturales. De esta manera, en el segundo de los números se señala de manera tasativa que Gernika no tiene ninguna relación con entidades como Eusko-Jakintza, dirigida por José Miguel de Barandiarán, o con el Instituto Gernika de Baiona, al cual achacan pertenecer a un único partido político y el carecer de una visión universalista; asimismo, acusaban a esta última entidad de haber sembrado el confusionismo “para imposibilitar nuestra labor”.

La experiencia de Gernika se prolongó hasta diciembre de 1953, siendo veinticinco los números publicados con artículos en castellano, euskara y francés. La aparición de la revista fue irregular, dependiendo en gran medida de los avatares de su refundador y principal impulsor, Isidoro de Fagoaga; así, a partir de julio de 1951 Gernika pasó a editarse en Buenos Aires, sin que ello implicase cambios importantes en su línea ideológica, reiterada una y otra vez en la mayor parte de los números de la revista. Respecto a los colaboradores, desfilaron por sus páginas los más destacados intelectuales vascos del momento. Además de los ya mencionados, encontramos los nombres de Isaac López de Mendizábal, Iñazio Eizmendi “Basarri”, Víctor Ruiz Añibarro, Justo Gárate, Miguel Astiz Dorrea, Nicolás Ormaechea “Orixe”*, Txomin Peillen, Etienne Salaverry, Pello Errota, Luis Villasante, Manuel de Irujo, Cecilia García de Gilarte, Jesús de Galíndez, Severo de Altube, Juan León Cruzalegui, Dominique Dufau, Pierre Espil, Andima Ibinagabeitia, Federiko Krutwig, Jon Mirande, Ricardo Baroja, Marc Légasse, Norbert Tauer, Francisco de Madina y un largo etcétera. Esta extensa relación de intelectuales muestra a las claras la importancia de aquella experiencia cultural en la cual se aunaban nombres del exilio interior y exterior, de América y del País Vasco norte.

En relación a los contenidos de la publicación, estos resultaban bastante variados, tal y como se señalaba en la presentación de la revista. En general se trataba de ensayos y reflexiones de contenido histórico, artístico, lingüístico, filosófico y religioso. Cuestiones como el futuro de la lengua vasca o del propio planeta, amenazado por un posible enfrentamiento bélico mundial, reflexiones etimológicas, recuerdos de pensadores y escritores, se entremezclaban con artículos de corte más costumbrista y con algunas referencias a la actualidad política y cultural. Se constata además una constante reivindicación tanto de los grandes nombres de la literatura en euskara, es el caso de Nicolás Ormaechea “Orixe”, como de los más conocidos autores vascos en castellano, reivindicados por encima de sus ideologías, como Unamuno o Pío Baroja.

Ideológicamente en las páginas de Gernika es posible encontrar opiniones muy diversas, desde el independentismo vasco a la reivindicación foral o del federalismo peninsular. No obstante, en general, predomina una visión tradicionalista de la realidad, defensora de un liberalismo con fuertes raíces religiosas, apoyada en una imagen con frecuencia ingenua de los tiempos previos al conflicto bélico y una actitud reacia a todo lo que pueda suponer cambio social; de hecho las ideologías de izquierda se hayan casi ausentes de estas páginas. La defensa de lo autóctono, de la identidad vasca, se realiza casi siempre desde una visión universalista de la realidad. La construcción europea, el ser humano y la unidad planetarias son contemplados como ideales de futuro desde una perspectiva humanista. En este sentido es constante la reivindicación del bardo Iparraguirre y de su himno “Gernikako arbola” (El árbol de Gernika), cuyos versos “eman ta zabal zazu munduan fruitua” (da y esparce el fruto en el mundo), auténtico leiv-motiv de la revista, son reiterados una y otra vez en un sentido de extender la libertad representada por la antigua foralidad vasca. Este punto de vista se recoge en la propia “Declaración de principios” de la asociación: “Crear entre los vascos conciencia de Humanidad, atendidendo a la invocación de Iparraguirre que cantó y ensalzó al Roble de Gernika como símbolo de paz y fraternidad”.

La desaparición de Gernika, en medio de la “guerra fría”, supuso el final de una de las más interesantes experiencias culturales y de pensamiento del exilio vasco, una de las pocas publicaciones llevadas bajo planteamientos de una cierta pluralidad y universalidad de la que carecieron la mayor parte de estas revistas. En este sentido, Gernika constituye una aportación insuficientemente estudiada y valorada en sus contenidos y repercusiones dentro del mundo nacionalista, principal destinatario de sus páginas.

José Ramón ZABALA

BIBLIOGRAFÍA:

-AGRUPACIÓN POPULAR GERNIKA: Gernika. Tres tomos. Edición facsímil (falta el número 1). Ediciones Vascas, Donostia, 1979, 800 pp. aprox..
-ZABALA, José Ramón:
-”Aproximación a la hemerografía del exilio vasco”. La Cultura del Exilio Vasco II. Editorial José Angel Ascunce. Donostia, 1994, pp.108-110.
-“Hegoalderantz begira. 1936ko euskal erbesteko prentsa Europan”, Donostia, Jakin, nº119, julio-agosto de 2000, pp.77-96.
-“Isidoro de Fagoaga. La soledad del humanista” en VVAA: Sesenta años después. Euskal Erbestearen Kultura, tomo II, Donostia, Editorial Saturrarán, 2000, pp.91-114.

GUDARI,

Photo of GUDARI
Bilbao, Francia (clandestina), Caracas, México

Es la de Gudari (soldado vasco) otra de las cabeceras paradigmáticas del exilio vasco nacionalista. En distintos lugares y momentos históricos veremos reaparecer una publicación surgida en Bilbao, en 1936, al calor de la resistencia al golpe franquista que acabó con la II república española. En su primera etapa, iniciada el 4 de noviembre de 1936, se trataba de un semanario dirigido a la militancia del PNV. Bajo la dirección de José María Kazaña colaborarían en él destacados intelectuales del partido como Jesús Insausti “Uzturre”, Andoni Ruiz de Azua “Ogoñope”, Manuel de Eguileor o Ayerre. Al cabo de dieciocho números desaparece como semanario nacionalista y reaparece Gudari como boletín del ejército vasco, fundamentalmente de las milicias nacionalistas. En esta segunda etapa los contenidos son fundamentalmente militares, dirigidos a mejorar la moral de los combatientes antifascistas. El director de la nueva publicación fue el poeta Esteban Urkiaga, “Lauaxeta”, quién sería fusilado por los golpistas en Gasteiz a las semanas de aparecer el nuevo semanario, el 25 de junio de 1937. Le sucedió en el puesto Pedro de Basaldúa. El redactor jefe fue Julio de Sarasua. El último número de Gudari apareció el 7 de junio de 1937.

Posteriormente, en la posguerra, la cabecera Gudari titulará al menos tres publicaciones distintas. En primer lugar será durante la guerra mundial, en Francia, cuando se distribuya un boletín de muy modesta factura con ese nombre, multicopiado, órgano de la Federación de Gudaris, que rechazaba el nazismo, apoyando a la Resistencia. De alguna manera, trataba de responder a una tendencia del nacionalismo que no veía con malos ojos la posibilidad de negociar con los nazis una salida al problema vasco. Frente a esta postura Gudari trataba de hacer llegar a los exiliados la consigna de no colaboración con el nazismo.

En 1961 la cabecera vuelve a reaparecer en Caracas (Venezuela). Nace en Venezuela como portavoz Euzko Gaztedi-Resistencia Vasca y tendrá una larga existencia hasta 1974, apareciendo 67 números. En este largo periódo serán sus directores Alberto Elosegui primero y, a partir de 1969, Iñaki Anasagasti. Entre sus colaboradores destacan Jesús Insausti, Jesús María de Leizaola, Martín de Ugalde, Luis Ibarra Enciondo, José de Abásolo Mendívil, Manuel de Irujo, Mauro Elizondo… Esta publicación se distribuía de manera clandestina en la Península.

Finalmente, también en México aparece la cabecera Gudari a lo largo de 1965, si bien no alcanzó la importancia de la publicación venezolana.

De todas estas publicaciones sólo se ha reeditado la correspondiente a la etapa 1936-1937, la dirigida por Lauaxeta y Basaldua (Gudari, Editorial Eguzki, Bilbao, 1986, sin numerar).

Bibliografía:
-DIAZ NOCI, Javier: Euskal prentsaren sorrera eta garapena (1834-1939). Eusko Ikaskuntza, Donostia, 1995, pp.194, 253-256.

-RUIZ DE GAUNA, Adolfo: Catálogo de publicaciones periódicas vascas de los siglos XIX y XX. Eusko Ikaskuntza-Gobierno Vasco, Gasteiz, 1991, pp.218-219.

-SARASUA, Julio de: “Recordando” en Gudari. Edición facsímil, Editorial Eguzki, Bilbao, 1986, pp.2-5.

-ZABALA, José Ramón: “Aproximación a la hemerografía del exilio vasco (1936-1960)” en La Cultura del Exilio Vasco II. Colección La Cultura del Exilio Vasco, J.A. Ascunce editor, Donostia, 1994, pp.86, 102.

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