Euskal Erbesteen Kultura – La Cultura de los Exilios Vascos

Mateo Múgica Urrestarazu » Biografías

Hamaika Bide parte en sus trabajos de unos planteamientos al margen de partidos políticos o de encasillamientos ideológicos. De esta manera aborda el estudio de exiliados y exiliadas de cualquier condición o posicionamiento político entendiendo que todos ellos han realizado una aportación valiosa a la cultura del pueblo vasco. Por lo tanto en esta sección se irán intergrando biografías de personalidades vascas sin más nexo entre sí que el haber compartido un destino común: el exilio.

Múgica Urrestarazu, Mateo

Fotografía de Mateo Múgica Urrestarazu
(Idiazabal, Gipuzkoa, 1870 – Zarauz, Gipuzkoa, 1968)

Estudios: Humanidades, Filosofía, Teología.

Profesión preferente: sacerdote y obispo.

Actividades culturales: profesor.

Exilio: 1931-1932; 1936-1947.

Lugares y fechas:

1.- Francia: 1931-1932.

2.- Italia: 1936-1937.

3.- Bélgica: 1937-1940.

4.- Francia: 1940-1947

Es posible que en la historia de la diócesis de Vitoria no haya existido un obispo con una vida tan dramática como la de Mons. Mateo Múgica, nacido el 21 de septiembre de 1870 en Idiazabal (Guipúzcoa) y fallecido a los 98 años, el 27 de octubre de 1968 en Zarautz. Nos referimos a un personaje cuya centenaria existencia se vio ensombrecida no sólo por la ceguera provocada por el glaucoma en los últimos años sino por las cuatro guerras y dos destierros de signo diferente que tuvo que soportar. La vida deparó un cruel destino a este eclesiástico íntegro e integrista, amante del País Vasco y de su lengua, pero también de España y de la monarquía alfonsina. Dotado de una recia personalidad, sus actitudes fueron muy controvertidas en el campo humano, religioso y político. Mientras unos diocesanos alababan su talla intelectual, la firmeza y la reciedumbre moral, la fidelidad a la Iglesia y su dignidad mostrada en los dos exilios, otros, en cambio, criticaban su integrismo eclesial, el sentido excesivamente estricto de la obediencia eclesiástica, su adhesión a la monarquía y, a menudo, a la Cruzada de Franco. En cualquier caso, nadie podrá negar la labor pastoral desarrollada en sus tres diócesis: Burgo de Osma (1918 – 1924), Pamplona (1924 – 1928) y Vitoria (1928 – 1937). Durante estos años veló por el cumplimiento de las leyes eclesiásticas (Observantia legum eclesiasticarum) procurando conservar la pureza de la fe cristiana y el mantenimiento de las buenas costumbres morales, hasta en la decencia del vestido femenino y el desfile de modas.

M. Múgica hizo sus estudios primarios en Beasain, pasando más tarde a la Universidad de Oñate donde estudió Latín, Retórica y Filosofía; finalmente, se doctoró en Teología en la Universidad de Salamanca. Tras ser ordenado sacerdote por el obispo de Vitoria, Mons. Fernández Piérola, se estrenó como coadjutor en la parroquia de Usurbil (Guipúzcoa). Pero pronto volvió al Seminario Conciliar de Vitoria donde enseñó Latín, Retórica y Filosofía y, más tarde, Sagrada Escritura. En octubre de 1903 obtuvo el cargo de canónigo lectoral del Cabildo Catedralicio de la capital alavesa y el 19 de mayo de 1918 fue consagrado obispo en la Catedral de Sta. María. Durante estos años destacó en la enseñanza, y por su afición al euskera, a la oratoria y a la música. En 1906 dirigió la Schola Cantorum del Seminario, compuesta de unas cien voces, en la Basílica de San Pedro en Roma con ocasión de la beatificación de Valentín de Berrio-Ochoa. Es justo también tener en cuenta sus pastorales y sermones en euskera y la traducción vasca del cap. XIII de El Quijote de la Mancha.

Tras una década de ausencia como obispo por tierras castellanas y navarras, vuelve a su diócesis vitoriana haciendo la entrada solemne el 24 de junio de 1928. Fue recibido con claras muestras de afecto y alegría en las tres capitales vascas donde los diocesanos veían finalmente a un obispo nacido en Euskal Herria y, además, vascohablante. En su primera Carta Pastoral, Mons. Múgica muestra su gratitud por “los triunfales y cariñosísimos recibimientos” (BOOV, 15-IX-1928:428). Se entrega a una intensa actividad pastoral: visitas a las parroquias; Acción Católica; peregrinaciones (Roma, Lourdes, y Tierra Santa en cinco ocasiones); el cargo de presidente de la Unión Misional del Clero; el cuarto Congreso de Música Sacra; congresos marianos y eucarísticos (Colonia, Malta, Madrid), mostrando su acendrado nacionalismo español.

Pero su obra cumbre, el hito histórico más importante de su paso por Vitoria fue, sin duda alguna, la construcción (llevada a cabo por el arquitecto y sacerdote vizcaíno D. Pedro de Asua (1890-1936)) e inauguración del Seminario Mayor (1930) iniciado por su predecesor Fray Zacarías Martínez en 1926. El día 28 de septiembre de 1930 fue inaugurado solemnemente con la asistencia del rey Alfonso XIII; el delegado del papa Pío XI, cardenal Ruffini; el nuncio apostólico de su Santidad, Mons. Tedeschini; numerosos arzobispos y obispos. Mons. Múgica bendice el gran órgano de la iglesia pública arrancando a sus teclados las primeras notas “sentado delante del órgano, con todo el religioso boato de su mitra y capa pluvial, interpreta la Marcha Real Española -como homenaje a Cristo Rey- y la Marcha de San Ignacio -como himno secular de nuestro pueblo” (BOOV, 6-X-1930:728). A pesar de ello, D. José Calvo Sotelo (1893 – 1936), en nombre de la derecha española, tildará al Seminario de Vitoria de “batzoki y nido de separatistas”. Por ello, en una ocasión, Mons. Múgica se verá obligado a interrogar bajo juramento solemne al Rector D. Eduardo Eskarzaga si en el Seminario se hacía “política nacionalista o cualquiera otra política de partido”.

En medio de un ambiente polémico muy tenso, el 14 de abril de 1931 se proclama la II República en España. Mons. Múgica había pensado siempre que: “la República había sido y sería manantial inagotable de toda clase de maldades”. Por ello, por su acendrado monarquismo y por los ataques a la República fue desterrado por orden del Ministerio de Gobernación. El 17 de mayo sale de Irún y se establece en La Puye (cerca de Poitier) en un monasterio de las Hijas de la Cruz (31 – VIII – 1931) hasta que regresa a España el 13 de mayo de 1932, pero no a Vitoria sino a Bujedo (Burgos) de donde pasa definitivamente a su diócesis vasca el 11 de abril de 1933 (BOOV, 1 – V- 1933: 252).

Ante las elecciones que se anuncian en 1936, el vicario general de Vitoria, D. Jaime Verástegui, publica una nota (con la aprobación de su obispo) en la que se afirma que “es indiferente desde el punto de vista católico votar a cualquiera de las candidaturas católicas que luchan en la diócesis”. Esto desagrada sobremanera a los militares (Franco, Mola, Cabanellas, Millán Astray, Beorlegui, Camilo Alonso Vega, etc), eclesiásticos (cardenal I. Gomá) y civiles (José Luis Oriol).

El 18 de julio de 1936 se produce el golpe de estado y el cardenal I. Gomá prepara un documento en el que se formula a los católicos de forma categórica la prohibición (Non licet) de adherirse a la República, fraccionando así las fuerzas ante “la hidra marxista de siete cabezas”. El Cardenal de Toledo presiona a los dos obispos vascos, Mons. M. Múgica y al vizcaíno Mons. Olaechea (Pamplona) y estos suscriben y publican la “instrucción pastoral” ante el estupor de los republicanos y el rechazo total de los nacionalistas vascos. No obstante, era obvio que Mons. Múgica estorbaba en sus planes de reforma en el clero por lo que se especuló incluso con la posibilidad de asesinarlo. Rechazada tal hipótesis por la posible resonancia internacional negativa para la llamada Cruzada por los golpistas, se optó por la solución del destierro.

A Mons. Múgica no le garantizaron su permanencia como Obispo de Vitoria ni sus explícitas muestras de apoyo a la rebelión durante los primeros meses del golpe militar, ni la pastoral conjunta Non licet, ni las bendiciones impartidas a los requetés que iban al frente de batalla, ni la entronización de la imagen del Sagrado Corazón de Jesús en la sede de la Falange, ni la cesión del Seminario como hospital de guerra, ni las sumas de dinero recogidas en las colectas de las parroquias en favor del “triunfo del ejército salvador”. El plan urdido entre la diplomacia vaticana (cardenal secretario de Estado, Eugenio Pacelli), con la connivencia del cardenal I. Gomá, y la Junta Militar de Burgos convenció finalmente a Mons. Múgica a pesar de su rechazo inicial. El 14 de octubre de 1936, después de aceptar la destitución impuesta de su vicario general y tras nombrar como sustituto suyo al canónigo donostiarra D. Antonio Pérez Ormazabal, Mons. Múgica emprendió una salida que no encontraría el camino de regreso hasta once años más tarde, en 1947, pero ni aún entonces, como obispo residencial. Se habló oficialmente de una renuncia “voluntaria” pero en realidad fue un arreglo amañado mediante su viaje pastoral a Roma para asistir al II Congreso Internacional de la Unión Misional del Clero (11, 12 y 13 de noviembre de 1936) de la que era presidente en España. Los aplausos que resonaron el día 13 al presentarse D. Mateo ante el público contrastan con las humillaciones que tuvo que sufrir durante su estancia de ocho meses en Roma. El 14 de febrero D. Antonio Pildain, canónigo magistral y profesor del Seminario de Vitoria, además de diputado en las Cortes en Madrid, era consagrado Obispo de Canarias en Roma. La Junta Militar de Burgos contando con la diplomacia vaticana vetó la presencia de D. Mateo en esta ceremonia religiosa, a pesar de la disconformidad del nuevo obispo y de la tristeza de Mons. Múgica.

Los acontecimientos históricos se suceden de forma cruel para el Obispo de Vitoria. En junio de 1937 recibe una carta del Cardenal I. Gomá en la que le anuncia la redacción de una “Carta del Episcopado Español” a petición del Jefe del Estado. El 28 de junio de 1937, como respuesta escrita en Frascati (Italia), D. Mateo muestra al Cardenal el estado anímico en que vive: “llevo más de ocho meses alejado de mi diócesis! […] podría suscribir el documento cuando yo estuviese en mi puesto física y personalmente […] deseo y pido al Señor el triunfo del general Franco sobre todos los rojos”. Dos ausencias muy significativas resaltarán en la lista de prelados firmantes de este documento: la del cardenal tarraconense Mons. Francisco Vidal i Barraquer y la del aún Obispo de Vitoria que se niegan a firmarlo. Más aún, Mons. Múgica en un escrito dirigido a la Santa Sede explica claramente las razones de su negativa. En contra de lo que afirman los obispos españoles él muestra su desacuerdo diciendo que la Iglesia en la España de Franco no es libre. Denuncia también el asesinato de “nutridísimas listas de cristianos fervorosos y de sacerdotes ejemplares”, a la vez que protesta por presentar en el documento “a la ciudad de Bilbao como un pueblo blasfemo”.

Con el ánimo de acallar definitivamente la voz del obispo de Vitoria, la Junta Militar de Burgos, contando con la venia del cardenal I. Gomá y el consentimiento del Vaticano, nombra administrador apostólico de Vitoria al vizcaíno Mons. F. Javier Laucirica que el 4 de septiembre de 1937 toma posesión de la diócesis vasca, sin mencionar siquiera el nombre de su predecesor en la homilía de su presentación en la Catedral (BOOV, 1-X-1937:353-356). Durante casi un año (octubre 1936 – septiembre 1937), D. Mateo conservó siempre la esperanza de volver a su amada diócesis. Pero esta ilusión se desvaneció con el nombramiento de su sucesor de quien Franco comentaba que “es un hombre que hablará de Dios hablando de España”. En vista de que su presencia en Roma no tenía ya ningún sentido, se marchó “haciendo el mayor sacrificio de mi vida”, y buscó acomodo en Bélgica durante varios años. En una carta escrita al cardenal I. Gomá el 22 de febrero de 1939 en Gooveind (Bélgica) se defiende “con la libertad de quien nada tiene que perder”, y defiende también “a los nacionalistas vascos por tratar de conservar su lengua, tradiciones […]“, en contra de las falsas acusaciones del Primado de Toledo.

En 1940 las tropas nazis invaden Holanda, Bélgica y Francia y D. Mateo pasa a Iparralde residiendo en Ustaritz y Cambó. En una ocasión es detenido y conducido a la Citadelle de Donibane Garazi donde fue humillado y vejado por las fuerzas alemanas durante varios días. En el mes de abril de 1945, “restablecido del glaucoma que me amenazó dejarme totalmente ciego” escribe una dolorosa, sincera y profunda reflexión, a petición de D. José Miguel Barandiarán en la casa “Bidartea” (Sara) de éste. Es, sin duda alguna, uno de sus escritos más valientes y claros, una noble confesión hecha a “su compañero de tribulaciones” a la vez que “dignísimo e inteligentísimo profesor”. El documento se titula “Imperativos de mi conciencia” (1945) y está escrito, una vez liberado de las trabas que le “obligaron a guardar silencio desde fines de 1936 […]; un ruego, que yo no podía desatender, me fue transmitido para que callara ‘por el momento’ “. Pero ocho años más tarde puede decir en público lo que confesó antes al gran papa (Achiles Ratti) Pio XI (1857 – 1939). Ya en octubre de 1936 Mons. Múgica elevó a la Santa Sede la primera protesta contra los abusos del bando insurgente. En ella defendía a sus diocesanos “injustamente perseguidos, vejados, castigados, expoliados por los representantes y propagandistas del ‘Movimiento Nacional’ “.

Finalmente, en 1947 puede regresar a Euskal Herria y residir en la Villa “Montemar” de Zarauz hasta el 27 de octubre de 1968, prácticamente ciego durante los últimos años. Murió rodeado del cariño de sus familiares, amigos, y también del respeto y comprensión de muchos de sus antiguos diocesanos. Sus restos descansan en el altar mayor de la Catedral de Santa María de Vitoria, cuyo obispo Mons. Peralta, con ocasión del sermón de la misa funeral de D. Mateo Múgica y Urrestarazu, resumió la dramática vida de éste con las siguientes palabras: “Contradicciones, abandonos, desprecios, calumnias, ingratitudes, enfermedades, la prolongada ceguera […]” (BOOV, 31-X-1968:311). Goian bego!.

OBRA

Mateo Mugica. “Con motivo de su entrada en la diócesis”, en Boletín Oficial Eclesiástico del Obispado de Pamplona, 15-III-1924, Tomo LXIII:80-105.

Mateo Mugica, Mujika ta Urrestarazu’tar Mateo Iruña’ko Gotzai jaunak bere eliz-barrutikoai egiten dien Artzai-eskutitza, Iruña’n. Iruña. Acción Social. 1925.

Mateo Mugica. “El catecismo en euskera”, Euskal Esnalea, 1929, XIX:31-34.

Mateo Mugica. Discurso inaugural en el Seminario de Vitoria. Curso 1898-1899. Vitoria. Sarasqueta, 1898.

Mateo Mugica. Imperativos de mi conciencia. Carta abierta al Presbítero D. José Miguel de Barandiarán. Buenos Aires. Liga de Amigos de los Vascos [s. d.].

Mateo Mugica. “El nuevo Seminario de Vasconia” en Vida Vasca, 1931, VIII:173-175.

Mateo Mugica. Primera carta pastoral del Ilmo. y Rvdmo. Sr. Obispo de Vitoria Dr. D. Mateo Múgica Urrestarazu con motivo de su entrada en la Diócesis. Vitoria, Montepío Diocesano, 1928.

Mateo Mugica. “Segura-ko Jai-aldietan… Mateo Mujika… Gipuzkoako Diputazio chit Goituraren aurrean egintako Sermoya”, Euskal Erria, 1911, LXV:357-363.

BIBLIOGRAFÍA

Baraibar, Federico. “Discurso leído por D. Mateo Múgica en el acto de homenaje al ilustre compositor alavés D. Vicente Goicoechea, celebrado el 22 de sep. 1916 en la villa de Aramayona” en Ateneo, 1916 (Oct.), IV:12-15.

Intza, Dámaso. Kristau ikasbidea Mujika ta Urrestarazu’ar Mateo Iruñako Gotzai Jaun guziz agurgarriak agindurik. Iruña. 1927.

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